La inocencia de José y su humildad para compartir los vívidos sueños que noche a noche experimentaba, le provocaron más problemas dentro de su familia de los que ya tenía.

Uno de esos sueños detonó lo que más adelante se convirtió en una conspiración para no sólo echarlo de la casa sino matarlo. Todo con la confabulación de sus 10 hermanos, los hijos de Lea, quien a su vez era hermana de Raquel, madre de José y de Benjamín su hermano directo. Y es que José llegó a contar con detalle, cómo en su sueño 11 manojos de trigo se inclinaban ante él en una reverencia total de respeto y de agradecimiento. ¡Once manojos que los hermanos interpretaron como si se tratara de ellos!

Pero no fue el único sueño. En otro, José miró cómo el sol, la luna y 11 estrellas le realizaban la misma reverencia de admiración sólo que en esta ocasión, eran su padre y su madre quienes también participaban en el acto, representados en el astro y en el satélite, ¡el colmo para sus hermanos!

Encerrado, solo, sin familia y sin amigos, José comenzó a interpretar los sueños de sus compañeros de celda: el copero del faraón y el panadero principal. Para el primero, la imagen del copero sirviendo al faraón uva recién exprimida, lo interpretó como el retorno a su puesto de trabajo. Para el panadero, todo lo contrario. Su sueño de ver cómo unas aves devoraban de unas cestas el pan del faraón, fue interpretado por José como el fin de ese hombre. Más tarde, las lecturas oníricas de José se convirtieron en predicciones: el copero regresó al servicio mientras que el panadero fue ejecutado.  

Con el tiempo, el faraón tuvo una pesadilla que no pudo ser interpretada por sus consejeros ni por los sabios: siete vacas gordas devoraban a siete vacas famélicas. Fue entonces que el copero recordó, dos años después, las predicciones de José “el soñador” quien fue liberado y llamado para interpretar el sueño: “vendrán siete años de abundancia y siete años de miseria”.